Durante la festividad de Sucot, la Torá ordena la ofrenda de setenta sacrificios en el Santo Templo: trece el primer día, doce el segundo, y así sucesivamente, disminuyendo cada día hasta siete el séptimo (Bemidbar/Números 29).
El Zohar (Pinjás) explica que estas setenta ofrendas corresponden a las setenta naciones raíz del mundo. Cada sacrificio era una Corrección espiritual (Tikún), que atraía la Luz de la Misericordia (Jasadim) de los mundos Superiores para bendecir y sustentar a toda la humanidad. Si bien Israel los ofrecía, su propósito era universal: mantener el equilibrio entre las naciones, endulzar los decretos severos y abrir cauces de paz.
Cabalísticamente, cada una de las setenta naciones representa una vasija única dentro de la estructura de Maljut, el alma colectiva de la Creación. Sin el flujo de Israel, el canal central alineado con Zeir Anpin, estas vasijas permanecen en la oscuridad espiritual.
El Santo Arí enseña que Sucot es un momento en el que la Luz de Biná desciende a Maljut, y a través del servicio del Templo, Israel se convirtió en un conducto para que la bendición de Hashem se extendiera a todos los reinos.
Los setenta sacrificios (korbanot) sirvieron así como una ofrenda espiritual de Jesed; no meros actos rituales, sino canales de armonía universal que sustentaban la infraestructura espiritual del mundo.
En ausencia del Templo, el Zohar enseña que nuestras oraciones, el estudio de la Torá y el regocijo en la sucá ahora cumplen la misma función espiritual. Cuando estudiamos las porciones de la Torá de los sacrificios de Sucot, despertamos su energía espiritual y enviamos Luz renovada al mundo.
Cada acto de alegría, unidad y hospitalidad en la sucá atrae la compasión Divina hacia toda la creación. Así, Sucot no es solo una festividad de alegría judía, sino una celebración cósmica de abundancia Divina, que prepara al mundo para la Redención definitiva, cuando todas las naciones reconocerán la Fuente de la Luz y cantarán juntas en armonía.
“Empero entonces volveré a dar a los pueblos un labio puro para que todos ellos invoquen el nombre de Hashem, sirviéndole en forma unánime” (Sfaniá/Sofonías 3:9)
“Y Hashem será Rey sobre toda la tierra; en aquel día Hashem será Uno y Su Nombre Uno”. (Zejariá/Zacarías 14:9).
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